Instituto Bolívar de Estrategia y Diálogo
Pensamiento Estratégico, Diálogo Global

La Prueba Política de las Víctimas de Tragedias: Una Historia de Negligencia y Lucha

by Jim Garrison

Rosa Álvarez y Rut Moyano, ambas víctimas de tragedias separadas, se encontraron unidas en su búsqueda de justicia. Álvarez, de Catarroja, perdió a su padre en octubre, mientras que Moyano sigue lidiando con las secuelas de las devastadoras inundaciones en Benetússer. Su participación en un evento conmemorativo no fue por sus respectivas tragedias, sino por las víctimas en residencias de ancianos durante el apogeo de la pandemia, cuando los protocolos prohibieron las transferencias hospitalarias. Estas tragedias aparentemente dispares comparten más en común de lo que uno podría percibir inicialmente.

Plataformas de víctimas de ambos desastres han establecido conexiones, iniciadas por los afectados por la COVID-19. El primer contacto fue una invitación a las víctimas de Dana para la proyección de un documental titulado "7,291", un recordatorio contundente de las vidas perdidas en las residencias de ancianos en Madrid. La colaboración ha crecido, con emociones compartidas de ira e indignación contra administraciones negligentes ilustradas por Álvarez y Moyano, quienes critican a los gobiernos de Carlos Mazón e Isabel Díaz Ayuso.

Beatriz Garrote, familiarizada con la pérdida del accidente del metro de Valencia en 2006, comprende la camaradería formada entre las víctimas. Encuentra paralelismos entre su experiencia y la actual lucha de las víctimas de Dana, quienes exigen rendición de cuentas y justicia. La respuesta inicial a las víctimas a menudo implica silenciar y desviar la atención de los fracasos administrativos, eco de sus propios encuentros con la indiferencia política.

El recorrido de los grupos organizados de víctimas en España revela una narrativa recurrente. Cada caso es único, pero comparten un hilo común de negligencia. Como señala Granada Ripollés, exejecutiva de la asociación de familias de Yak-42, las víctimas suelen ser ignoradas en tragedias evitables.

Figuras políticas como Carlos Mazón e Isabel Díaz Ayuso aún no se han reunido con las principales asociaciones de víctimas. El partido PP los ha acusado de tener motivos políticos, mientras que Vox cuestiona la autenticidad de la representación de las víctimas. A pesar de la resistencia inicial, recientes reuniones con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Pedro Sánchez sugieren un cambio en el compromiso político.

Rosa Álvarez, liderando la Asociación de Víctimas Mortales 29-O, enfatiza la necesidad de soluciones sobre consuelo de los políticos. Sorprendentemente, encontró más comprensión de Von der Leyen que de los líderes locales, destacando una desconexión entre las víctimas y sus representantes.

María Jesús Valero, quien perdió a su padre durante los controvertidos protocolos pandémicos, expresa frustración por el continuo maltrato. Percibe a la administración de Ayuso como despectiva, evidenciada por repetidos vetos contra la investigación de la gestión de residencias.

La reciente disposición de Ayuso para reunirse con grupos de víctimas es vista como insincera por Valero, dadas las pasadas declaraciones irrespetuosas de su administración. La lucha por la justicia se extiende más allá de las barreras políticas, confiando en vías legales para la verdad y la rendición de cuentas.

Beatriz Garrote, experimentada por años de defensa, aconseja paciencia en la búsqueda de justicia. Su experiencia con la tragedia del metro de Valencia subraya el largo proceso para lograr una reparación legal. El panorama político a menudo intenta desviar rápidamente la culpa, como se vio en la investigación de 2006, dejando a las víctimas sin reconocimiento.

A pesar de los contratiempos políticos, los grupos de víctimas persisten en su defensa, manteniendo la conciencia pública a través de esfuerzos consistentes. Garrote lamenta que las víctimas deban organizarse para luchar por derechos que deberían estar inherentemente protegidos.

El interés público en estos casos sube y baja, con la cobertura mediática ocasionalmente reavivando la atención. Los cambios políticos han abierto vías para la investigación, pero la rendición de cuentas sigue siendo esquiva.

Jesús Domínguez, superviviente del accidente de Alvia en 2013, hace eco del sentimiento de que las tragedias evitables rara vez resultan en responsabilidad política debido a la presión social insuficiente. El patrón de ignorar a las víctimas y retrasar la justicia es evidente en todos los casos, con la memoria pública a menudo desvaneciéndose antes de lograr la rendición de cuentas.

Domínguez señala la complejidad añadida en el caso de Alvia, donde tanto los gobiernos del PSOE como del PP enfrentan escrutinio, llevando a respuestas políticas silenciadas. La falta de reacción a los recientes hallazgos judiciales ejemplifica aún más el desdén sistémico por las preocupaciones de las víctimas.

Granada Ripollés, conectada con la tragedia de Yak-42, afirma que aunque las víctimas poseen el derecho, aún no han recibido justicia. El fallo del Consejo de Estado de 2017 identificó la responsabilidad del Ministerio de Defensa, provocando una renuncia pero dejando muchos problemas sin resolver.

Ripollés reflexiona sobre la expectativa del gobierno de que las familias guarden luto en silencio, sin cuestionar. Su desafío y la organización de grupos de víctimas representan un rechazo a conformarse con esta narrativa, abogando por la verdad y la justicia contra la indiferencia política.

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